Del G8 al G20 y más allá. Efectividad y legitimidad
Günther Maihold – 2012
En las discusiones acerca del futuro orden mundial hay dos modelos diferentes que dominan el debate político (siempre articulados en el formato de “G-..”): por un lado hay algunos observadores que esperan la conformación de un G2 constituido por EE.UU. y China como las dos potencias de alcance mundial que logran articular su presencia central en una gran cantidad de áreas políticas aún en un mundo multipolar y sin las cuales no se puede dar solución a la mayoría de los problemas globales; por el otro lado existe el grupo de todos aquellos que no ven que estos poderes sean capaces de resolver por sí solos estos retos y que además no tienen la suficiente capacidad en el ejercicio de su mando como para obligar a otros a cooperar. Por lo tanto, el debate se inclina hacia la búsqueda de agrupaciones que sean aptas para reunir suficientes voluntades y capacidades para poder asumir un papel orientador y directriz en la política internacional. Es en esta corriente donde se ubican todas aquellas voces que buscan una modalidad incluyente a nivel mundial, como precondición para encaminar a los gobiernos hacia fines comunes a nivel mundial y al mismo tempo encauzar la enorme pluralidad de políticas nacionales. El G20, que a la altura de cumbres presidenciales ha logrado desde 2008 una presencia importante a nivel mundial, es visto como aquella instancia que ante las crisis económico-financieras podría ser la más competente para encarrillar las dinámicas de los mercados y servir como guía ante los posibles efectos de contagio a nivel mundial. Con esta finalidad se está revisando en el presente texto, el alcance y las posibilidades que tiene esta agrupación cuya presidencia asumió México en diciembre de 2011.